CUENTO DE PRIMAVERA

Rosa Codina

La primavera 2020 viví cautiva en el centro de una ciudad grande en Catalunya. Aún así fue una primavera intensa, vivamente contemplada y admirada. Cerca del mercado donde iba a hacer compras en las salidas reglamentarias de aquel confinamiento forzoso en el que vivíamos, hay un huerto urbano. Durante meses no hubo humanos que alinearan la tierra y las flores. Capuchinas, borrajas y amapolas lo inundaron. ¡Las abejas volvieron a la ciudad y los pájaros eran felices! Tras este primer descubrimiento, no pude resistir la tentación de volver reiteradamente con mi cámara y ser feliz rodeada de abejas, reptando en el suelo como si fuera un animalito pequeño, en este nuevo jardín improvisado.

Poco a poco las normas fueron cambiando y se ampliaron los límites. Mi alegría creció al explorar jardines un poco más lejanos. Llegando a la plaza del centro de la ciudad, no muy alejada pero un poco más que el mercado, las amapolas inundaban el ajardinado, donde habían sido libres y felices sin humanos.

¿Si esto era así, la montaña más próxima sería el paraíso? Lo intuía y lo anhelaba. ¡Ahora, sí! ¡Me saltaría las normas y llegaría hasta Montjuïc ! Las normas eran estrictas y sin un niño en la mano no podías alcanzar la montaña en las horas de intensa luz primaveral. No podía contenerme. Subiría hasta ella y encontraría mi prado de flores, mi intuición era clara y precisa. Llegando al parque, un niño me recibió con un ramo de flores en su mano y un brinco en el corazón me arrastró hacia su dirección. ¡El prado existía! ¡Estaba frente a mí! ¡En los jardines dedicados a Joan Brossa! Continué y soñé que estaba en una montaña de la Vall de Lleida y mi felicidad se extendió a mis fotografías. Decidí que mis fotos estarían llenas de luz y de una mirada de animalito o de niño pequeño que ve por primera vez un prado de flores.

Ahora miro mis fotos impresas en pequeño formato, desplegadas sobre la mesa, y veo un cuento de primavera. ¿Flores como pequeños extraterrestres o pequeñas esculturas? ¿Tanta sorpresa había en mi mirada? Las imagino impresas en gran formato, en 3 por 4 o 2 por 1 y medio, sobre papel o sobre lonas como las que tapan edificios en construcción en las grandes ciudades, impermeables a la lluvia de primavera o al frío de la noche.

El sol se ha vuelto fuerte y la lluvia no ha vuelto. Es verano: aunque la mayoría se han secado, aún persisten algunas flores coloridas. Podría pasar de largo… pero sigo observándolas. ¡Tienen semillas! ¡Un nuevo mundo frente a mis ojos! El descubrimiento de un nuevo ciclo de vida. Vuelvo a reptar como un niño o como un animalito…

La próxima primavera quiero ir a una montaña de la Vall de Lleida. ¿Llegaré con mis cámaras compactas o quizás con una más grande? ¿O con una de video también? Me pregunto cómo será mi mirada en los prados de flores, sin márgenes, en la gran montaña, donde cada año crecen flores sin humanos que las pisen o las alineen y donde con frecuencia las bestias pasean sobre ellas y las engullen sin cautela. ¿Seré más delicada, o menos apasionada? ¿Las miraré como pequeños personajes de cuento?

El verano es fresco en la montaña ¿Seguirán las flores coloridas inundándola?

¿Compararé las flores de mi montaña urbana a las flores de la montaña soñada? ¿Unas al lado de las otras? ¿Entremezcladas? ¿Separadas?

¿Y las enseñaré a los otros para saber si pueden ser felices igualmente al contemplarlas?

SOBRE LA ARTISTA

Rosa Codina (Lleida 1965) inicia estudios de Bellas Artes en los años ochenta en la recién creada escuela Municipal de Bellas Artes de Lleida, al tiempo que cursa la licenciatura de Historia, que finaliza en la UB con la especialidad de Historia del Arte. Desde finales de los ochenta vive en Barcelona. Su pasión por la moda, el cine, la música, los comics y los fanzines la lleva a coleccionar revistas de moda y a acercarse al mundo editorial y audiovisual, colaborando como estilista en dominicales (El País dominical), fanzines (AB, Suite, Copy Park), revistas (Metal ), videoclips (Raimundo Amador & Kiko Veneno, o El último de la Fila, entre otros), cortos y films (“Boi “ de Jorge M. Fontana), video art (“The Wolf’s Motives” de Carles Congost) y campañas gráficas de publicidad y anuncios.

A partir de un viaje a Nueva York a mediados de los noventa empieza a experimentar de manera autodidacta con antiguas cámaras polaroid y compactas analógicas. Su trabajo observa su entorno influido por la moda. Con su recién estrenada maternidad, a principios de los 2000´s recoge y documenta el mundo infantil desde una mirada adulta, pero a la vez cercana a la infancia. En esta línea publica el fanzine Fucklet #3 (2005), recoge polaroids y fotos de su hija y otras criaturas. Años más tarde, Luis Cerveró de Terranova editorial la invita a publicar un monográfico de imágenes de su hija, niños y paisajes en el segundo número de la revista Gong! (2015). Asimismo, algunos de estos paisajes y árboles se publican en The Plant.

Para ON_ART., la nueva galería virtual de La Térmica, Patricia Soley-Beltran la invita a recoger en una pieza, siguiendo un recorrido estacional, una serie de fotos y vídeos de flores y naturaleza que muestran su último trabajo del 2020. Coincidiendo con el período global de recogimiento de la humanidad del planeta provocado por la pandemia, su mirada se centra en la observación de la naturaleza más cercana intentando captar la belleza de las cosas más pequeñas con alegría, humildad, respeto y amor.

AGRADECIMIENTOS

Gracias por su gran ayuda a Bernat Granados (edición de video) y a James Trimmer (edición de sonido), a Patrícia Soley-Beltran por su propuesta, a Santiago Beruete por su texto, a Stephane Carpinelli, Roger Bernat y Frederic Montornés por su escucha, a Lucia Gangemi por su acompañamiento en la traducción al castellano de Cuento de Primavera y siempre su escucha, a Alia de Kéroullas, Laura Ninou y Miguel Rojas por estar cerca y a mis padres por vivir al lado de campos y caminos, y por la vida.